Los 13 nunca me han gustado, sobre todo cuando tengo que trabajar. Este 13 tengo vacaciones, pero es el día de la despedida. Todo lo que comienza termina. Habíamos pasado unos días juntos, en familia, jugando y paseando como podíamos, cuando la nieve lo permitía. Ahora la casa se ha quedado vacía. No hay la bulla y el ajetreo de los niños, el jueguito de balompié que me disputaba con los niños. Ya no tengo a nadie a quien destrozarle los nervios, en fin, la casa está vacía. Romy se fue temprano a trabajar y la casa se me cae encima.
Después del desayuno quedaron apenas dos horas para prepararnos, salvar algunas fotos y recoger las cosas que había quedado. Salimos 20 minutos más tarde de lo acordado, pero llegamos súper temprano, hasta con media hora de antelación al aeropuerto. Ya nadie me cree eso de que nos perdimos, de que ahora llegamos tarde, etc. Ya conocen mis dichos y mis cosas.
Entonces no quisimos dilatar la despedida y después que Mano y familia entraron a la termina, partí para Coblenza. Quería pasar por las tiendas y ver todo lo que había de oferta. El cumpleaños me había traído algún dinerito y quería emplearlo ya. Pero nada, las ofertas siguen igual, muy caras todavía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario