Cuento de Navidad para mi amigo Jose en Barcelona, de su amigo Raúl en Kadenbach
Tres amiguitos desiguales en busca de la felicidad. Quién busca, encuentra. Y para encontrarla hay que ponerse en camino.
Un niño, un perro y un viejo trompo se pusieron de camino en busca de la felicidad. Caminaron el día entero de aquí para allá y de allá para acá y lo miraban todo cuidadosamente, con mucho interés. Cada vez que encontraban algo curioso, por ejemplo un lápiz, una bola, una correa, etc., se preguntaban entre sí si habían encontrado la felicidad, pero no llegaba a ningún acuerdo sobre el hallazgo. Siguieron entonces su camino y ahora iban cantando canciones navideñas y se sentían muy alegres.
Al llegar la noche y ver que todavía no habían encontrado la felicidad, se sentaron a descansar en un banco que había en el puerto bajo la luz mortecina de una farola vieja. “¿Cómo debe ser nuestra felicidad?”, preguntó el perro con la vista fija en el vaivén de las olas del mar, donde las viejas
barcazas eran balanceadas constantemente por las aguas. “¡De seguro que es grande y de color azul!”, respondió fulminante el trompo, mientras daba vueltas y más vueltas y no se mareaba nunca. Un suspiro profundo del niño interrumpió el diálogo entre el perro y el trompo y dijo: “¿Cómo que grande y azul? Eso no es nada en concreto; estamos perdiendo el tiempo. “¿Yo pienso que podría ser carmelita y redondo?”, dijo el perro. “Tonterías, solamente tonterías…eso no nos ayuda en nada”, decía el niño nuevamente.
Los tres se miraban silenciosamente, mientras el perro y el trompo no se atrevían a decir nada más y cada vez se veían más tristes y contrariados, pensando que habían perdido todo el día en una búsqueda sin sentido. “Puede que los tres tengamos diferentes ideas en cuanto a la felicidad y …”, dijo el niño, cuando este fue interrumpido por el trompo, que daba vueltas y formaba algarabías diciendo que eso era una buena idea, que el niño siguiera dando su opinión. “Quizás”, dijo el niño retomando la idea, “nuestras ideas son las que no concuerdan y quién sabe si ya la encontramos y todavía no lo sabemos. Hemos recorrido gran parte del lugar el día entero y hemos compartido muchas aventuras y hemos tomados decisiones que nos han llevado hasta aquí. Ha sido un día lleno de sucesos y que los tres compartimos. Cada vez que nos reunamos y hablemos sobre la aventura nos alegraremos. ¡Ya lo tengo, las aventuras compartidas nos ha hecho grandes amigos! Nadie más que nosotros podrá contar estas aventuras de hoy”, decía el niño, mientras todos se cogían de las manos, bailaban, daban vueltas, ladraban y hacían algarabías.
Desde entonces por el paseo del Pratt en Barcelona se ha visto a cada rato a un niño junto a un perro y un trompo, siempre felices y juguetones.
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