miércoles, 13 de julio de 2011

Planes y reflexiones sobre Hungría

Sí, ya es miércoles y mis cuñados alemanes están de camino. Dice Romy que ellos – según confirmaron ayer por una llamada desde Alemania – salían hoy a las 5 de la madrugada. Mi cuñado tiene un coche superrápido y de seguro estarán a aquí a más tardar a las 5 de la tarde. Nosotros conducimos a una velocidad máxima de 120 km por hora, no había motivos para correr tanto. La velocidad es como una droga y el vicio siempre acecha. Además, nosotros hicimos varias pausas, para comer algo y otras para mirarnos a los ojos y darnos un besito encantador.

¿Qué tenemos pensado hacer hoy? Bueno nuestros planes nos sólo se adaptan a las condiciones meteorológicas, sino también a las biológicas. Hoy Romy cayó con la pauta de la matriz. Eso significa que nuestros planes sufrirán una pequeña modificación. Quizás iremos a la playa, pero ella no se podrá bañar. Además, me dice que tiene toda la piel muy roja, casi quemada, porque el sol está muy agresivo. Bueno ayer ella se lució de sirena y navegó el lago con su esbelto cuerpo. Se olvidó que el agua sobre la piel se convierte en lupa y los rayos de sol caen con más fuerzas sobre nuestras tierras de América; digo de Romy, en silencio ha tenido que ser…


Atendiendo a estos imprevistos, propongo que vayamos a Balatón-Füred, la zona de las tiendas y restaurantes, a pasear y que cuando yo vea un lugar con zona Wifi o WLan, me quedaría un rato para entrar a la Internet.

Algo sobre el entorno

Csopak, que así se llama la aldea donde vivimos, queda al norte del lago Balatón. Aquí las playas son distintas a las del sur del lago, son de piedras. El agua es mejor. En el sur hay más arena o fango, pero para los niños es bueno porque además uno puede caminar mucho hacia adentro y el agua se queda al nivel del pecho. La ciudad o pueblito que más cerca nos queda es Füred y que es algo así como un centro turístico. Es la primera vez que estamos aquí. Diez años atrás o más, siempre fuimos con los niños a Fonyód, que es una ciudad al sur del lago. Allí casi todo los húngaros hablan alemán y los turista son mayormente también alemán. Aquí no, aquí son húngaros. Los libros para turistas que compramos en Alemania nos aconsejan no dejar el coche en zonas con aparcamiento gratis porque te lo pueden robar. Nosotros lo dejamos no obstante en esos aparcamientos. Así que cada vez que salimos de la playa rezamos porque el coche esté en su lugar. La alegría es inmensa.

Si alguna vez alguien entra con el Maps de Google y buscan Csopak; pero además lo hace planeando una ruta de A hacia B, como en nuestro caso, Kadenbach a Csopak, se dará cuenta que además de que son 1032 km, Csopak se encuentra al principio del lago cuando uno baja de la autopista que viene de Viena a Budapest. Por eso fue que hicimos tantas pausas, porque sabíamos que no tendríamos que bordear el lago como las otras veces que vinimos. Porque no es sólo bordear el lago, sino que las carreteras nacionales de Hungría son estrechas, en algunos lugares en mal estado y con un tránsito muy congestionado y con húngaros corredores de coches a altas velocidades. Eso sí, el paisaje es encantador. A lo largo de la carretera hay muchos árboles y el paisaje húngaro es tan acogedor o quizás más que el de Austria. Resulta que a mí me gustan las casas viejas, las cosas como eran antes y aquí en Hungría todavía es así; mientras que en Austria todo está muy limpio, ordenado y creo que hasta las vacas tienen cosméticos. Ya sé, Romy me dice que los cubanos siempre exageramos.

Lo que más me gusta a mí en especial es el paisaje que se va divisando cuando uno se va acercando al lago. Los frutales de cerezos, melocotones, albaricoques, uvas y flores abundantes, cambian por completo el paisaje. Y no es sólo la fauna en el paisaje, eso se ve en los portales, los jardines, los balcones. Hay que verlos para encantarse. Notas como enseguida tu estado de ánimo cambia y desde ese momento todo es felicidad. También, y que es algo que impresiona porque es típico del lago, aquí uno se come los mejores melones del mundo. Son melones de castilla, grandementes exagerados, pero dulces, muy dulces, bien rojos y jugosos. Casi no tienen semillas y en esta temporada, de julio hasta finales agostos, son especiales. A lo largo de las carreteras, en los mercados libres, en el vecindario, donde quiera los puedes comprar bien barato. Las demás frutas del Balatón son riquísimas, pero con el melón lo que pasa es hace muy bien consumirlo porque los calores aquí son a veces muy agotadores. Nosotros ponemos una mitad en el frío y nos sentamos, como anoche mismo, en el portal y lo disfrutamos. Afuera reina la felicidad y el calor ya no es tanto, más bien sopla una brisa agradable.

¿Cómo son los húngaros?

La impresión que tengo de ellos es que son muy educados. Claro, no oculto que estamos en una zona donde prepondera el turista nacional y la relación con el turista extranjero debe ser algo tensa. Pienso yo a veces que debe ser porque el turista alemán es muy exigente y es el portador de la divisa o moneda dura. Al alemán le gusta reclamar cuando el servicio o el producto no tiene la calidad requerida y lo hace de manera intransigente. Creo que por eso a los alemanes en España le dicen Cabeza cuadrada. Pero esto es ya algo subjetivo y que no viene mucho al caso. También es importante recordar que estamos en un país multicultural pues aquí chocan las tradiciones y culturas de muchos pueblos de la Europa central, del oriente, etc. Puedes ver Cintis y Romas, como también vez gitanos húngaros, rumanos, etc. Cuando hay entonces mercados libres, es cuando más atento tienes que estar, pues allí aumentan los carteristas, rateros y cortabolsas. Y si te atreves, por hacerte el gracioso, a negociar con ellos algún producto en venta, entonces no te dejan tranquilo y te tratan con su peculiar idiosincrasia. Por ejemplo te dicen: "…bueno por ser usted, una persona bien vestida y en apariencia de buena alcurnia, le vendemos el producto a la mitad del precio,…". Pero como tú simplemente hiciste la pregunta por gracioso y no tienes interés en comprar nada, rechazas la oferta y quieres seguir tu camino. Pues ellos te siguen detrás y te rebajan la oferta a un cuarto del precio, claro por ser tú la persona escogida. Nada, que a esa hora maldices unas y mil veces haberte hecho el graciosito.

Volviendo a los húngaros, si no fuera por el idioma que para mí parece un cacareo de gallinas, los magiares no se diferencia en nada de los europeos medios. Son algos, fornidos, temperamentosos y como a los franceses, les gusta disfrutar la buena vida. También son trabajadores. A mí lo que más me gusta del húngaro, no sé si es el de aquí del Balatón, es que uno se siente como en Cuba. Son hospitalarios y serviciales. Les gusta la broma y son respetuosos. No son tan bulleros como los cubanos, pero se prestan bien para las fiestas y la cumbancha. Yo me siento aquí muy a gusto y hasta pudiera decir que me gusta mucho más que la costa del mediterráneo. Quizás sea porque aquí el turismo todavía no ha tomado las dimensiones de los ibéricos y porque la fauna y la flora en este tiempo, que es cuando vengo, es la más bonita que he encontrado cerca de Alemania. Además, los vinos húngaros no tienen nada que envidiarle a los demás vinos blancos o tintos, ya sean españoles, franceses o alemanes. Eso sí, son más baratos y los compramos en las bodegas o viñas. Hasta los vecinos hacen sus mismos vinos.

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