viernes, 22 de abril de 2011

La tercera parte de VS

Caballeros, me dejaron solo con el vino, con esa botella inmensa que se me echaba encima, parecía gigante, parecía un cíclope. Ya me cría Cristóbal Colón y cogí una chalupa y salí a navegar. Me dijeron cuídate que con la tormenta…bla, bla..”. Como les decía, acaba de llegar Romy, nada más y nada menos que un cuchillo en la mano. Bueno, es un cuchillo de mesa, pero cuchillo es cuchillo. Yo que siempre pensé que ella me quería, que lo daba todo por mí. Me amenazó y me dijo, o preguntó, que no podía entender cómo una persona podía ser tan vaga, tan machista…

Cogí la laptop y me fui al cuarto. Después salí con la camisa abierta, para que viera que no le tenía miedo. Me hice una mirilla en el pecho, en el lado oscuro de mi ser, en el corazón, y le dije que allí mismo podía enterrar; digo encarnar el cuchillo traicionero y feminista. Esta vez lo dije correctamente, feminista, se lo dije en alemán, alto para que lo suegros también oyeran y en caso de peligro intercedieran por mí. Pero nadie en esta casa parece oír, y menos sentir los peligros.

Después me di cuenta que ella se reía, de mi ocurrencia de pintarme la mirilla en el pecho. Dice que nunca me levantaría un cuchillo contra mí, que lo tenía en la mano porque estaba fregando y ese objeto era el que tenía en la mano en ese momento. (Entonces parece que sí, que voy a coger cajita esta noche. No se lo digo para que no me repita lo de siempre, que los hombres sólo tenemos una cosa en la mente, el sexo).

No sé porque o si es verdad que la violencia debe tener una relación directa con el sexo, pero en ese momento sentí deseos de besarla, de decirle que la quería inmensamente, que sentía un deseo frenético por comérmela. Después recapacité, no podía ceder un centímetro, demostrarle mi debilidad, porque enseguida me coge la baja y después me tiene de monigote o de objeto sexual o viceversa. Ya no sé ni lo que digo; mecho dicho, ni lo que siento, o viceversa. Ustedes me entenderán.

Así que me fui para la terraza y seguí allí, en compañía de aquella botella grande, elegante, delgada. Ah, y mi cámara fotográfica, mi Baby, como dice Romy. Es el objeto sagrado del momento y no le puede pasar nada, me costó mucho dinero. Eso no lo entienden las mujeres, el aspecto técnico del rasgo del carácter de los hombres…Se me volvió a enredar la lengua, digo los dedos en el teclado. Parezco un pianista y me acuerdo de mi prima, soy el Mozart del teclado, de Salzburgo, ya no se ni lo que digo; mejor dicho ni lo que escribo.

Observación: Cuando leas esto, de seguro te estarás riendo, pero no olvides que Raúl la está pasando también bien; o mal, no sé, depende del prisma femenino o machista conque se miren las cosas. No obstante, sigo aquí, no me rindo, hasta el finallllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllll………………………….

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