martes, 29 de diciembre de 2009

Vinieron amigos y regresan familiares


Me había levantado temprano, a las 6 de la mañana. Quería disfrutar a lo máximo la visita de nuestros amigos. El tiempo se había ido muy rápido, demasiado. Hay personas que dejan impresiones profundas. Esta vez fue el conjunto de una familia maravillosa, la familia de Manoli. Aprendí, aprendimos, a quererles con una intensidad y una rapidez inusitadas. No es difícil, ellos se hacían querer por días, a marcha forzada, diría yo.

Aproveché que todos dormían. Así podía terminar el almuerzo de hoy. Pensaba en ellos, en que tendrían un día largo y agotador. Con almuerzo hecho tendríamos más tiempo para nosotros. Los días habían pasado corriendo y teníamos mucho que contarnos todavía. Además, teníamos pendiente la final de balompié entre los equipos 1 y 2 (Tony vs. Giusepe Alberto y Raúl). Cuando se les promete algo a los niños hay que cumplirlo. Son los mejores amigos que se puedan tener. Llevaba dos días aplazando la final y había llegado el día.

Pero el tiempo es el tiempo y no se deja atrapar. Sólo lo podemos hacer el intento de llenarlo con buenos recuerdos. Estábamos compartiendo las últimas horas y todos éramos conscientes de ello. El desayuno, la sobremesa, la final de balompié, almuerzo, la partida. Todo fue muy rápido. Ahora la casa quedaría muy vacía para Romy, yo tenía el privilegio de llevarlos al aeropuerto, de seguir con ellos unas horas más.

Afuera el tiempo era de lluvia y todo muy oscuro. El trayecto hasta el aeropuerto fue perfecto. Raúl no paraba de hablar, como siempre. Llevaba a la familia asustado, decía que se había perdido, que no encontraría el aeropuerto. Protestas de los tripulantes, pero Raúl no paraba, o como siempre decía mi amigo Jose “…no para”. Una hora de camino, lo previsto. En el automático de aparcamiento alguien había pagado el ticket de aparcamiento y había olvidado sacarlo del depósito. Me aprovecho y lo pongo en el carro. Media hora para despedirnos, no queríamos prolongar la despedida, son muy dolorosas. Además, estábamos agripados y necesitábamos descanso, de ambas partes. El regreso fue cansón y peligroso. Hubo dos momentos que casi me duermo. La llovizna era persistente y la oscuridad una trampa.

El mensaje corto de Zaide acaba de entrame al celular: “Ya estamos en casa. Todos bien”. Dos líneas que nos trasladas súbitamente a la normalidad. No, en Alemania quedaba una casa vacía, parecía más grande, exageradamente silenciosa, sin el perfecto ruido de niños alegres y sanos, y sin los ruidos involuntarios que provocan las gripes mortíferas. Ya nada será igual a antes. Las relaciones fueron muy intensas y profundas. Reaprendimos a querernos más, esta vez en tierras foráneas. Da lo mismo, la patria es también el lugar donde eres aceptado, te regalan una sonrisa, te comprenden y comprendes, donde estrechas en tus brazos a un amigo, conoces a personas maravillosas, te sientes bien.

Con Manoli siempre se aprende algo. La relación del aprendizaje es sobreproporcional a los breves días que compartimos. Eso también es un recuerdo positivo. Mano es una revelación, es un puño de energía, un reverbero de convicciones, un saco de recuerdos, un cajón de talentos, un chispazo familiar, un baúl de cariño, un crucero de nostalgia, el amigo que uno se desea, el invitado que no puede faltar. Unas veces representó al hermano recordado, otras hizo de tío, otras de buen familiar y de amigos de mis amigos. Pero eso no lo es todo, lo corteja un ejército perfecto: una esposa hecha a la medida y unos hijos que representan la continuación, de los dos. Qué bueno entonces que pudimos tenerles entre nosotros.

Así fue, nos visitan nuestros amigos y regresa nuestra familia. Fueron días que me parecieron de familia, como los días de Sonia y César aquí. Cada uno con sus particularidades, eso era lo mejor de todo. Y lo lograron, ¡Me pudieron soportar!

No hay comentarios:

Publicar un comentario