Mi vida era Cuba. Para saberlo tuve que recorrer el largo camino de la lejanía. La aventura y la curiosidad por lo desconocido me llevaron bien lejos del terruño. Conocer a otras personas, otras culturas, otras tradiciones y formas de pensar me seducían por día. Los primeros años sólo tenía en mente conocer y disfrutar de lo nuevo. Eso me proporcionaba mucho gozo y alegría. Todo era interesante, bueno o malo, no había diferencia. Al principio fue el clima muy frío, las comidas distintas, las fiestas, la música y las costumbres. El idioma lo había aprendido en mi patria y ahora lo practicaba por días. Me bastaba este país. Había de todo y para todos. Me enamoré, me casé, tuve hijos.
Transcurrió el tiempo y pasó lo que tenía que pasar: Ya casi nada era nuevo. Ahora era Cuba la que se me hacía extraña por momentos. Empecé a interesarme por la música cubana que nunca había querido oír en Cuba, por nuestras costumbres, por todo lo que tuviera que ver con Cuba. Después de 20 años de aventuras sentí que no soportaba el frío. Ahora conversar en mi lengua materna era un lujo. Conocer a un compatriota era la aventura más buscada por mí. Todo lo que se relacionara con mi procedencia, mis costumbres, mi terruño, eran para mí lo máximo.
Comenzó pues una lucha interior en mí. Cada vez más sentía la necesidad de volver, de ver a mis familiares, a mis vecinos, amigos. Me irritaba mi condición de desertor, de emigrante. Ahora ya nada era igual. Había cambiado mi ciudadanía cubana por la alemana. Pero volver no estaba en mí. La gente en el terruño había cambiado mucho. Ya nada sería como antes. Las noticias que me llegaban eran diversas. Todos mis compatriotas cuentan de muchos cambios profundos, también en las personas. Guardaba de Cuba un recuerdo, pero el mundo había seguido transformándose y ya nada era como antes, tampoco en el terruño.
Será la edad, las cosas que han pasado, las que he vivido y las que aprendido las que me tienen así, con esta serenidad que nunca tuve. La necesidad imperiosa del regreso ya no palpita en mi corazón. ¿Qué habrá pasado? ¿Habré dejado de ser aquel joven que una vez partió de su suelo natal y que ahora parece desmemoriado y ya no siente el fuerte impulso de volver por los senderos de su niñez, de sentir como era antes y de cómo eran los otros. O será el miedo de algo. No sé. Pienso que a muchos nos puede pasar igual.
No hay comentarios:
Publicar un comentario