A través de Flickr:Ni el abrigo ni la grabadora son míos. El pantalón pituza o vaquero era también un pantalón que encontré en mi apartamento, del traductor anterior que parece lo olvidó. Al principio, cuando llegué a la ex RDA, yo vivía prestado. Era la costumbre de todos, nos prestábamos las cosas y así podíamos variar. No había mucho, pero éramos felices porque éramos jóvenes y poco nos importaban las carencias, teníamos lo esencial, juventud y salud. En mi caso, bueno también tenía la buena geta, era un tipo simpático y me colaba hasta por el ojo de una aguja.
¿De quién era el equipo? De Reinaldo, un holguinero que ya un año antes de irse iba acaparando pacotilla para llevar y darse vitilla en Cuba. El abrigo era del Chino Chan, otro tipo encojonao. Fue el que me enseñó a hacer fotos y a revelarlas. Después el chino se hizo tan famoso que cayó en una trampa, se puso a hacer fotos pornográficas y venderlas, chino negociante. Se mordió su propio rabo.
Corrían los últimos días de diciembre de 1984, mis primeros días en el extranjero, y ya me creía un yuma. No tenía nada propio, pero estaba empezando una nueva vida que me separaba y me resaltaba de los míos. Había que gozar al máximo. Las jevas me hacían cola y yo no sabía cuál coger. Pero me mantenía tranquilo, en aguas revueltas se cogen muchos peces; pero no necesariamente el mejor. Así que se me despertó un poco el orgullo, pues sabía que era único en mi especie y muy codiciado. La cultura del cuerpo en la Alemania oriental era un casi un culto, aunque sano y libre de prejuicios, y yo amaba mi cuerpo. Era mechador de verdad y me creía un Adonis. Cosas de la juventud.
Lástima que muchos de nosotros no supieron asimilar este nuevo peldaño en la escala humana. No todos sabemos discernir en los momentos críticos positivos, donde se decide el destino propio. Hubo muchos que se equivocaron o no tenían la preparación para asimilar tanto avance. Se fajaban en los discos, abusaban del alcohol, no valoraban ni le daban el trato debido a las damas alemanas, no tenían buenas maneras en sociedad y hasta caían en hechos delictivos graves. Es verdad, veníamos de otra cultura, pero estábamos muy equivocados. Fidel Castro nos había hecho creer que éramos seres especiales. Nos creíamos entonces los reyes del mundo y verdaderamente, en comparación con los alemanes orientales, nos faltaba mucho por aprender. No queríamos aceptarlo todo y muchos seguían su camino equivocado. La cultura alemana es fuerte y uno tiende a ser asimilado vertical y horizontalmente. Pero no hay que tener miedo, uno es un mundo aparte e integra en su persona lo que le conviene. Pero en realidad muchos cubanos lo que hicieron fue desintegrarse y al final no tuvieron ni una ni la otra cultura. Se volvieron extraños.
No debo olvidar que la tropa de Roßwein, la ciudad Sajona de la Alemania oriental, de unos 12 mil habitantes cuando aquello (pues ahora se ha quedado en 7000 aproximadamente), había estado mayormente en Angola, combatiendo en el ejército cubano y venían todavía con los traumas de la guerra. Había hasta quien no sabía ni escribir, un experiencia nueva para mí, pues me parecía inverosímil. La batalla por el 6to. grado en Cuba era ya una rutina, así que esto me sorprendió. Tuve que aceptarlo y hasta me hizo reflexionar. Creo que a veces hay que salir de Cuba para conocer mejor a su pueblo. Así me pasó a mí.