viernes, 24 de diciembre de 2010

Navidad 2010

Lo mejor de estas navidades, mucha tranquilidad y goce perfecto. No lo niego, me gustaría estar ahora compartiendo con mis familiares en Cuba, pero sé que eso es por ahora una utopía. Mientras tanto disfruto esta compañía de mis suegros y mi querida esposa, todo es acogedor y las comidas  y golosinas son muy sabrosas.

Lo primero del día fue levantarse tarde y gozar el revolcarse en la cama,  disfrutar el calorcito y tener mucho tiempo. Después viene el desayuno navideño. Se parece al desayuno de los sábados, pero esta vez el revoltillo tiene más jamón ibérico que nunca,  cebolla y muy poquito ajo. Especial esta vez, miel cubana que me regalaron en el trabajo junto a una cesta llena de muchas cosas por el 50 cumpleaños.

El almuerzo, ese lo volamos. Sabíamos que el café estaría repleto de muchas golosinas y calorías positivas y queríamos hacer de cuarto bate. Nada más acogedor que tomar el café con los bollos de navidad o pan trenzado (con uvas pasas), el típico dulce de navidad alemán y las fichas de dominó de chocolate con mermelada. Además había también el pan de especias, alajú, alfajor o como se llame. El muy maldito uno lo come hasta empalagarse. Es una traición al placer.

Mi graduación de alemán me permite cenar bien temprano, a las 6 de la tarde. Esta vez hice los bistecs de red gordísimos como debía ser, como en los restaurantes. Primero los freí en una sartén de hierro colado a 170 grados, dos minutos por cada lado, pero con una manteca neutral, sin sabor y solamente una capa fina sobre la sartén. Los viré una sola vez, después lo envolví en papel de aluminio y los metí en el  horno a 90 grados por 5 minutos. A continuación les eché sal, unas gotas de limón, pimienta molida y unas cebollitas  fritas que había hecho en la sartén chiquita. El arroz esta vez fue natura con arroz silvestre. Me lo regalaron en el trabajo. Como ensalada me conformé con repollo, o sea col bien tronchada  con sal, aceite oliva y vinagre. Todo esto junto a buen vino de la despensa, el que Romy compró en el trabajo, fue un verdadero placer. Como postre me despaché dos buenos pedazos de turrones blandos de Alicante, lo mejor de la Navidad.

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