Nos conocimos un día como hoy en Roßwein. 17 añitos venían enfundados en un saludable pituza azul oscuro. Yo venía de la tienda de fotografía y químicas de la pequeña ciudad. Había comprado algunas bandejas para el revelado de fotos en blanco y negro. Nuestro encuentro coincidió a la altura del pequeño supermercado de la Bahnhofstraße (Bahnhof = terminal y Straße = calle). Yo venía detrás de ella, pensando y ensayando lo que le diría. Llevaba tres meses en Alemania, pero no conocía los piropos regionales que más llegaban. No había tiempo que perder y le dije un piropo cubano traducido a mi alemán aprendido en Cuba: “Niña, ¿no te han dicho? ¡Tu pituza tiene mucha salud! Ella me miró sorprendida y me regaló la sonrisa que cambiaría mi vida a 360 grados como mínimo.
Al verla me di cuenta que ya la había visto una vez con anterioridad. Había sido el día anterior, en la florería de la ciudad. Ella compraba flores y yo que pasaba por la vidriera. Nuestras miradas se cruzaron por fracciones de segundo. Llevaba el pelo largo. No tuve la oportunidad de decirle algo, acercarme. Pero sus facciones se quedaron grabadas en mi mente para siempre: de mirada tierna y firme, boca pequeña de labios color rosa, pelo lacio, cuerpo femenino perfecto. Por eso la reconocí, pues llevaba el pelo corto a la Marilín Monroe. Un fragante aroma en su pelo me revelaba que venía de la peluquería. Unas horas antes y la hubiese convencido de no cortarse el pelo, era algo que me había impresionado mucho de mi descubrimiento en la florería. Le asentaba muy bien, muy acorde a su edad.
La amenaza de lluvia se convirtió en un aguacero cerrado. Ella abrió su sombrilla y me invitó a guarecerme del agua mientras seguíamos el mismo camino. No era mucho trayecto, pero el tiempo alcanzó para caernos bien, gustarnos a primera vista, sentir el flechazo de algo especial que irrumpía en nuestras vidas. Al llegar a la intersección de la Böhrigerner Straße yo debía doblar a la derecha y ella seguía. Aproveché para hacerle mi pregunta bien pensada: “¿Dejamos el próximo encuentro a la casualidad o lo planeamos ahora mismo?” Ella, protegiéndose un poco en su candidez y la naturaleza de su sexo, pero sin querer perder la oportunidad, me respondió que no sabía. Al despedirse me dijo entonces: “A las 17:00 horas salgo de la sauna para mujeres. Las instalaciones de esos baños turcos se encontraban en los bajos del albergue y ella había quedado con su cuñada, la esposa de su hermano, en ir a la sauna de las tres de la tarde. A la salida nos vimos, yo la esperé las dos horas a la salida, no quería se me escapara. Lástima que un malentendido demorara nuestro romance por dos meses.
¿Cómo se festejan 25 años de intenso vivir, de suerte y felicidad puras? Los dos nos regalamos un almuerzo sabroso en casa. Por la tarde un masaje de media hora para cada uno en nuestra recién comprada camilla para masajes y ...Bueno, lo mejor de todo esto es que todavía, al cabo de tantos años de distancia de aquella especial historia, tenemos dos hijos adorables y todavía seguimos tan enamorados como el primer día. Sentir su mirada todos los días, oír palabras cariñosas de los labios más seductores, acariciar su pelo y verla a mi lado al despertar todos los días, eso ha sido decisivo para mí bienestar y mi estabilidad lejos del terruño. Si volviera a nacer, viviría esperando el día en que me dieran el pasaje para irme a Alemania a encontrarla de nuevo.
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