martes, 12 de enero de 2010

Un frío saludo del norte, brutal y revuelto

Te levantas y miras por la ventana: la nieve. Sales para el trabajo en coche y luchas contra la nieve. Terminas tu jornada y de nuevo la nieve. Te vas a la cama y todavía tienes esperanzas, pero no, al mirar por la ventana del cuarto de dormir, de nuevo la nieve. Dícese que lo primero que aprende un esquimo cuando es niño es: ¡No comer nieve amarilla!

Aquí va este miniálbum en las instalaciones del Rin (Rheinanlage para los germanófilos). Todos los días lo cruzo para llegar al trabajo. Aparco el coche en el suburbio sur y me voy entonces pisando maicena hasta que llego al trabajo. Así suena y se siente la nieve, como maicena. Lo mejor es el aire puro. Pero el frío no tiene perdón y hay que estar abrigándose, soplándose la nariz, tosiendo, cubriéndose todo el cuerpo como un octogenario. Me da envidia ver como lo pájaros, siendo más pequeños e inocentes, se zambullen en el río y juegan como niños alegres. Y eso que el frío está en parte helado.

2 comentarios:

  1. Cuaco, no sabes la envidia que siento no estar allí contigo. Muero de ganas por caminar por la Maicena, por hacer bolas y tirárnolas, por construir un muñeco de nieve, yo que no sé nada de escultura. Espero que antes de morir pueda cumplir mis sueños, mientras tú disfrútalo por los dos. 1 beso, Los chilangos.

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  2. Mi prima, si estuvieras aquí no dirías eso. Esta maicena me tiene el cuerpo entumecido, los dedos engarrotados, ya estoy muy viejo para esto. Con las manos así uno no puede ni hacer bolas de nieve, no ya tirarlas. Alégrate que estás allá, en el calorcito y no con este frío infernal. Para que cumplas con tus sueños tendrías que venir a visitarme. Te espero aquí muy campante.

    Me alegro que estás escribiendo estos comentarios. Algo es algo. Besos.

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