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| 2010-01-03 la nieve |
- ¿Quién hace la nieve, Oli? – le pregunté.
- ¿No se dice así, igual que “hace lluvia”?
- Ninguna de las dos formas. Los cubanos decimos “nevar” o “caer nieve”; así con la lluvia, “llover” o “caer lluvia”, pero nunca como en alemán. Entiendo a mi hijo, pero quiero que aprenda bien el español. Por eso le rectifico. Siempre me gustó que me rectificaran el alemán haitiano que yo hablaba.
Entonces me centro en el tema de hoy y llamo la atención sobre la tormenta de nieve que nos sorprendió hoy por la mañana. Romy salió a ayudar a su padre, había que liberar los caminos. Si alguien resbala y se cae frente a casa, nosotros tenemos que pagarle la estancia en el hospital y quizás alguna indemnización por otros gastos. Pero el cubano y la nieve son enemigos número uno. No me atreví a salir. ¡Allá ellos con su nieve! Romy entonces me dice al entrar que debe darme pena, mientras un anciano y una mujer apilan la nieve, el hombre cubano se pone a hacer fotos, y nada menos que en pijama. La comprendo pero no puedo hacer nada por cambiar la situación. No me apena para nada. Algo faltará en mi memoria.
Al mediodía llegó entonces la princesa de las nieves. Una princesita rubita, como salida de las nieves. Era Talla Danica, la biznieta de mi suegra. Con dos años de edad, Talla es la más joven de la familia. El suegro el más avanzado en edad. Me sorprendieron cuando yo me preparaba para el próximo campeonato de fútbol en cancha en Barcelona. Vean las fotos y verán mi forma. Jose y yo somos el equipo campeón y no cederemos la copa.

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