Mi querido Tío Pepe, yo también estaba esperando como buenas tus cumpleaños, para tener nuevamente un motivo verdadero para traerte a la palestra de Rincón familiar. Ya veo que mi prima Reyna se me adelantó (la muy bichita, la que estaba perdida), y yo que quería ser el primero. No importa, será para la próxima, madrugaré. Tengo la ventaja de que tú día empieza primero aquí antes de que el sol siga anunciando los día a través de los meridianos.
Pues bien mi tío lindo, yo también conservo gratos recuerdos de mi niñez junto a ti, de tus mimos y tus atenciones. Hoy, al cabo de muchos años y cuando tus sobrinos los más ya tenemos hijos y algunos hasta nietos, aprovechamos los bellos recuerdos de tu dedicación con nosotros para aplicarlos con los demás, como buenos alumnos. Tú siempre fuiste un ejemplo de familiar, como persona, como amigo. Por eso nos alegramos tanto de sabernos tan dichosos de tenerte de tío, el mejor tío que uno pueda imaginarse.
Entonces, y dejando las felicitaciones para el final como el postre, te deseo de todo corazón mucha salud y muchos años de felicidad junto a tus seres queridos. Sé que llegará el día en que pueda volver a estrecharte en mis brazos y devolverte, como bien te mereces, una pequeña porción de besos y apretones, como tú hacías con nosotros. Ahora la barba mía de tres días también raspa y da picazón. Tus besos venían siempre convoyados con esa barba de tres días, con la dureza de papel de lija.
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