Este hecho real es sobre todo digno de mencionar porque nuestro tío ya está rozando los 80 años de edad. Yo pude percatarme de mi ingenuidad y de mi falta. Acababa de poner una publicación, aunque algo picante en cuanto a política, sobre mi marcha nórdica conjunta con mi vecino Thomas. Utilicé entonces espacios para resaltar el día de la Caída del Muro de Berlín y lo adorné con palabras mías muy subjetivas, apreciaciones que no siempre concuerdan con la visión de los demás. Me sentí con el derecho de hacerlo y olvidaba esa posibilidad. Olvidaba también mi propósito de antaño, cuando pude restablecer el contacto con mi prima, de no coger este nuestro Rincón familiar para mis perretas literarias.
Pero la suerte quiso que no mencionara a Cuba, la patria de todos los cubanos, el lugar donde dejamos nuestro corazón para siempre. Allá, en ese terruño del calor, de la humedad y el salitre; pero también de las cañas verdes, de los tinajones, de las calles de adoquines, de las plazas de mi infancia y de las casas de mis familiares, allá todavía están nuestros corazones. Me lo recordó mi querido tío Gilberto, el guardián de la familia. Gracias Tío.
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