miércoles, 10 de octubre de 2012

Las caras de la indiferencia


¿Qué es peor? Cuando una persona no te saluda o no te responde al saludo, por cualquier motivo que tenga esa persona, pero eso es ya objeto de preocupación para el ignorado. No me refiero a ese tipo de persona que no cabe en tu matrix y de la que te alegras de no tener que relacionarte con ella de ninguna manera. Me refiero a esa persona que por motivos laborales, sociales o de otra índole entra en el círculo de tu interacción y que hace inevitable el saludo o algún gesto de presencia o confirmación como ente social. Ya que resultar ser esa la primera condición que nos hizo humanos y nos elevó por encima de los animales, nos hizo especiales. No importa que esto haya significado para algunos animales su extinción.

Hoy, durante mi viaje en coche hacia el trabajo, oí en la radio que en Hamburgo un hombre fue golpeado por otros dos hombre que se bajaron del coche y le cayeron a trompadas al peatón porque este último cruzaba la calle demasiado despacio. ¿Hasta dónde puede llegar la paciencia humana? No sé; pero este caso, que está siendo procesado en la ciudad mencionada, porque el peatón sufrío fracturas de la nariz, del cráneo, etc., tendrá su repercusión en los acusados.

Muchas veces decimos que los cubanos somos especiales, que estamos hechos de un material especial y bla, bla, bla. No me canso de oir este disparate. Es verdad que en Cuba, según lo mucho que todavía puedo recordar, la gente no era tan organizada ni tan sistemática como los alemanes y eso es lo que más añoro y quisiera tener de nuevo. Como vivo en Alemania y mi familia es alemana, empezando por los suegros y terminando por mi esposa, mis cuñados y parentela, sufro y disfruto estas cualidades a diario. Las disfruto porque los alemanes nunca te fallan, lo programan todo, son puntuales y no se les escapa un detalle. Lo sufro porque es esta cualidad, elevada a la máxima potencia por los alemanes, la que destruye la espontaniedad y la naturalidad de cualquier acontecimiento. Todo tiene sus ventajas y desventajas; también para la indiosincracia cubana.

Mis familiares alemanes, mis vecinos y el mundo germano que me rodea, son como un reloj todos los años, los mismos días, las mismas horas, los mismos minutos, están calculados al detalle y no hay nada que les desvíe de sus metas. Lo mismo los trabajos en el jardín, en la casa o en el coche, todo eso ellos lo atienden y lo conservan como un mecanismo cronómico atómico. Cuando se visitan entre ellos, meses o más tardar semanas antes, lo hacen todo planificado hasta el más mínimo detalle y se llaman por teléfono, envían una tarjeta o un mensaje electrónico y planifican la hora de llegada, las cosas que van a hacer durante la visita, los lugares a visitar, los bienes que van a consumir y a veces hasta las horas que le van a dedicar a la actividad. Esto acentúa en mí la prolongación de esta beca infinita que me dio Cuba en el extranjero. Por eso siempre cuando Romy me dice que dentro de un mes vamos a visitar a fulano, que me voy a poner, que actividad me gustaría hacer, que le tengo preparado a los anfritiones, yo le digo que iré desnudo, que me gustaría jugar a los horcados y que les tengo preparado muchas sorpresas; no importa que ellos sepan que yo no friego, no paso la aspiradora, no recogo mi ropa, no la cuelgo, no llevo la vajilla hasta el lavaplatos, etc.

Pero en realidad quería escribir sorbre la indiferencia, pues para mí, y creo que para muchos cubanos, nos gusta la guasa, el choteo y hasta podemos soportar muy bien cualquier ofensa, venga de quien venga, ya que así hasta podemos saber que está pensando o tiene en mente la persona que lo hace. Lo que si no resisto y me duele mucho es la indiferencia. Que una persona me ignore, no perciba mi presencia intencionalmente, me trate como a un animal irracional y sólo se dirija a mí cuando tenga que exijirme algunos derecho propios como: “Apártate que quiero pasar” o “No hables tanto que estorbas” y así por el estilo; para mí esa persona no es normal, tiene problemas de carácter anormales y es no admisible socialmente.

Hoy me dio por escribir sobre esa cualidad negativa porque la vivo a menudo, aunque son casos aislados y recalcitrantes. Trabajo en una residencia para la tercera edad donde el buen trato y la atención a las personas es impresindible. Por eso no puedo imaginarme que a veces tenga compañeros que se comporten así; pues no me los puedo imaginar tampoco atentos y afables con los ancianos y fríos e indiferentes con los compañeros.

Pero la sociedad está cambiando mucho y el saludo y las buenas maneras se van perdiendo, sobre todo en las grandes ciudades. El estrés y el egoísmo no dejan espacio o cabida para la sensibilidad humana. Ni los orangutanes son tan groseros en sus relaciones sociales. Ahora la comunicación está siendo suplantada casi totalmente en las redes sociales y el que no tiene equipos electrónicos, sobre todo móbil, se queda en esa. Por eso escribir o no escribir, esa es la cuestión. ¿no crees?

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