El mes de noviembre en Alemania es muy singular en cuanto a realizar alguna actividad social, lúdica o de cualquier índole. Se hace casi imposible conseguir una entrada a los museos, castillos o siemplemente lugares turísticos atractivos. No obstante, no perdimos las esperanzas, sobre todo Romy. Ella siempre dijo que había que intentarlo. Llamamos entonces a diferentes castillos. ¡Y tuvimos suerte! En el castillo “Marksburg” (castillo de Marco) había guía hasta las 4 de la tarde. Allá nos fuimos enseguida.El Marksburg es el único castillo de los alrededores del Rhin que nunca fue destruido. Se construyó sobre la misma roca a 150 metros del río de forma que su estrutura es bastante segura. Los demás castillos de la región están en ruinas o fueron restaurados durante los siglos 19 y 20.
Entramos al Marksburg por un puente levadizo del siglo 15 y un túnel abovedado del siglo 17 (allí está ahora la taquilla). La visita empieza pues en la puerta llamada “Puerta de zorro” – Fuchstor – y se extiende a varios recintos medievales muy bien concervados e impactantes. En el álbum existe debajo de cada foto una explicación breve, pero fidedigna, en español. No te lo pierdas.
Habíamos terminado temprano la visita al castillo, creo que eran las 2:30 horas de la tarde. Rüdesheim se convertía entonces en una alternativa de visita muy seductora. Habíamos olido sangre y no podíamos dejar de sabuesear por los alrededores. No lo pensamos mucho, nos fuimos allá.
Uno de los destinos más elegidos por los turistas del valle del Rhin es considerado como el pasado romántico de Alemania, la región en donde se inspiraban muchos pintores y poetas. Una arquitectura antigua donde predominan los castillos y las fortalezas junto a un paisaje donde la vegetación es la protagonista que hacen de este sitio un lugar encantador.

En este valle hay una variedad de ciudades y pueblos y entre ellas está Rüdesheim, una pequeña localidad con gran atractivo turístico principalmente debido a su estilo arquitectónico y a sus tradiciones. La mejor manera de recorrer este pueblo es a pie pues de esta forma se puede admirar las angostas calles con sus prolijos negocios así como las típicas fachadas alemanas o bien la ribera del río. Sentimos mucho que habíamos llegado, después de 54 kilómetros más de recorrido, a un lugar tan bello, pero desolado y con sus famosos establecimientos casi todos cerrados. Sus calles desiertas en este mes de noviembre y a estas horas del día, con solamente uno que dos turistas que caminaban a prisa, como nosotros, nos daba la alarma. Habíamos llegado en la hora intermedia, después del almuerzo y antes de la cena. No obstante, encontramos una localidad para almorzar y después recorrer sus calles. Al final de su callejón más famoso, la Drosselgasse, nos tomatos un vino caliente, mirando la frías aguas del Rhin. Unos tres años más atrás habíamos almorzado aquí con mi hermana Daysi en la víspera de la Navidad. Ahora todo era nostalgia.
Las últimas fotos se refieren a la cena y el último día de despedidas y preparativos de regreso. Las despedidas son tristes y no propician la inspiración para escribir.
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