jueves, 30 de agosto de 2012

El árbol 224

Los seres humanos hemos aprendido a simplificarlo todo, en este caso dándole nombre o números a las personas u objetos, para así poder hacer la vida más rutinaria y por ende fácil. Es simple, aunque encierra sus desventajas. Pero de eso no quiero escribir ahora.

Me refiero a este árbol frente a la residencia y que me saluda cada día al llegar al trabajo y me despide al final de la jornada. Es por lo tanto testigo de mis días buenos o alegres, llenos de éxitos; pero también de mi otros días malos y tristes, como aquél día en que resbalé con la nieve de la pendiente y casi que me rompo la nuca.

Para mí no es un árbol cualquiera y no importa que sea verde como los demás y que en otoño pierda sus hojas amarillas. A veces es un poco vanidoso y muestra orgulloso sus frondosas ramas batiéndose al ritmo del viento.

Esto del número 224 es un acto administrativo de la comunidad de Coblenza, pero alguna ventaja debe tener también. Creo que será muy difícil talarlo sin antes obtener el permiso de los poderosos. Ustedes saben ya, la flora y fauna están siempre en peligro de los destructores del medio ambiente.

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