06.12.2013 ajedrez, un álbum en Flickr.
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El celebro es también un músculo y hay que ejercitarlo. Después de una semana deportiva, tenía que hacer algo por el intelecto. Me fui entonces a mi antiguo club de ajedrez. Creo que desde el 2010 no había ido más y ya era hora de visitar a mis antiguos colegas de la academia.
Tuve suerte, cada dos semanas juegan un torneo de ajedrez rápido a 15 minutos y se alegraron de mi participación; pero más se alegraron de mi aparición. Nos sentamos a conversar primeramente sobre los viejos tiempos. También me contaron las cosas que no sabía por mi ausencia. Tres colegas ya habían muerto y por eso ahora no están presentes. Los miembros han entrado en edad y ya algunos empiezan a despedirse. El corazón se me encogió de tristeza. Y yo perdido.
Gracias mamá Inge, ella pudo rehacer de nuevo el club, haciendo torneos como este de hoy, preparando las salchichas y el pan, brindado cerveza y cola. Me sentí como en familia, como en los viejos tiempos. Ellos no me habían olvidado y cada rato preguntaban por mí.
Pero ya he vuelto de nuevo y me siento en casa. Después de la primera ronda comimos las salchichas, conversamos, tomamos café y después continuamos. Sentimos un ambiente amistoso, familiar y todos obtuvimos algo valioso esta noche: “Separados no contamos, juntos valemos mucho”.
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