domingo, 26 de enero de 2014

Mi querida familia, espero que vosotros hayáis notado mi ausencia en los últimos tiempos. Sí, últimos tiempos y no el final de los tiempos, pues Raúl sigue en bola. Resulta que, para alegría exorbitante de todos vosotros (estoy vomitando tremendo castellano, de Cervantes, utilizando denotadamente la segunda persona del plural, como debe ser) pude obtener una plaza de trabajo en el último momento. Se puede decir que la recibí ya casi en el último vagón y con el tren en marcha.

Por lo tanto, y en correspondencia con mis poderes extraterritoriales, les comunico a todos que solamente estuve 14 días en el paro. Mi contrato de trabajo en mi puesto de trabajo oficial en la firma había sido derogado porque la residencia de la Plaza San José en Coblenza había cerrado definitivamente sus puertas el 31 de diciembre de 2012. Estuve medio año trabajando de portero en la residencia madre hasta que desmontaron la portería y entonces me liberaron del trabajo, con el salario completo, hasta el 31 de diciembre de 2013. O sea, estuve medio año vacilando y aprendiendo. Estuve en el Camino a Santiago de Compostela, en la Academia Alemana para Empleados de Coblenza, donde pasé cuatro cursos y aprendí a trabajar con el Software SAP, en los módulos Conocimientos básicos, Comerciales, Ventas, Logística y Almacenes.

Ahora parece que la suerte del Camino mágico de Compostela me llegó, de los lugares sagrados que visité. Pues no sólo estuve en la Catedral de Santiago y abracé la estatua del Apóstol Santiago (si Fidel me coge); sino que también puse mis manos sobre los cruceros del camino, me arrodillé y oré donde creí oportuno, subí hasta la Cruz de Hierro a 1500 metros de altura en el Camino Francés y arrojé mi piedra traída de Kadenbach de espalda a la cruz, en los monasterios benedictinos cenaba con austeridad y renunciaba estrictamente al buen vino, me iba temprano a la cama y me levantaba con el primer cantío del gallo, le fui fiel a Romy de cuerpo y alma y en todos los sentidos, renuncié, aunque dolorosamente, a mi egolatría, me aseaba al levantarme y al irme a la cama, en fin, practiqué en parte el ascetismo.

Por eso, y volviendo a mi egolatría, quiero contarles de mi nueva suerte. El 20 de diciembre me solicité iniciativamente para una plaza en una de las residencias de la organización evangélica de la Diakonie en Alemania. El 3 de enero tuve mi conversación de presentación con el gremio superior y durante los días 6, 7 y 8 hice pruebas de mis conocimientos y sabidurías, todas basadas en las experiencias de 18 años de trabajo en la residencia de Nassau. Al tercer día, o sea el 8 de enero, recibí un contrato fijo, quiere decir esto sin límite de tiempo, como Asistente de la dirección administrativa de una de sus residencias, con 100 plazas, con una mejor paga que durante mis 18 años anteriores, con salarios 13 y 14, o sea de navidad y de vacaciones, adicionales familiares y seguro extra de jubilación. ¡Dios aprieta, pero no ahoga!

Entonces amigos, y en correspondencia con mis poderes anteriormente citados, les acabo de comunicar la nueva para que así puedan disfrutar de mi infinita felicidad, ahora compartida con todos vosotros.

Sin más

Un servidor

Vuestro familiar y amigo Raúl González